Hoy que se conmemora el Día Internacional de la Mujer, en este 8 de marzo de 2023, las mujeres desde nuestras diferentes trincheras y los hombres que son nuestros aliados, debemos hacer hincapié en la imperiosa necesidad de fortalecer la seguridad de las mujeres en todos los ámbitos de la vida, para que cualquier espacio o lugar que las mujeres transiten sean un lugar seguro para nosotras, nuestras hijas, amigas, hermanas de sangre y del corazón, para las mujeres que hoy en día todavía desconocen su derecho a tener una vida libre de violencia, el derecho a vivir sin miedo, tanto en lo público como en lo privado.
Distinguir las creencias a las que nos someten los roles de género y deconstruirlas para co-construir relaciones en las que nunca aparezca el miedo a ser discriminada, relegada, subestimada, relaciones en donde sea posible florecer, desarrollarse, crecer y ser lo que cada mujer elija ser.
Desarraigar los micro machismos, que verdaderamente no son micro sino que son expresiones claras del machismo, y en algunos casos también de la misoginia, obligando a las mujeres a experimentar culpa por los anhelos, incluso de aquello que merece, como lo es establecer vínculos amorosos de una forma sana, sin olvidar nuestro derecho a la reciprocidad en todo tipo de amores, desmitificar el amor romántico y establecer vínculos en los que ambos integrantes de la pareja tengan los mismos derechos y la corresponsabilidad en la crianza de los hijos y de las hijas, el cumplimiento oportuno de los deberes que la paternidad también implica, el aseguramiento de pensiones alimenticias, que las mujeres y sus hijas e hijos no tengan miedo a exigir sus derechos.
Reconocer que el trabajo dentro de casa también es un trabajo, independientemente de si además se tiene o no otra actividad laboral remunerada, el trabajo doméstico requiere retribución, y si bien, por ahora esta no es económica, si debe tener el reconocimiento de los integrantes de la familia y realizar la distribución equitativa de estas actividades dentro de casa.
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Romper con los esquemas que obligan a las mujeres a las “dulzura tóxica” considerando erróneamente que deben sancionar o reprimir algunas de sus emociones, las mujeres también tenemos derecho a enojarnos, a decir que no cuando queremos decir que no, a cambiar de opinión, entre otros derechos asertivos que las mujeres necesitamos conocer y emplear para evitar que miles de mujeres vivan exhaustas permanentemente, al grado de no tener tiempo para sí mismas, para su autocuidado y para colocar como prioridad la atención oportuna de su salud física y mental.
Reconciliarnos, si es necesario, con nuestra imagen corporal, reapropiarnos de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad, dejar de reprimir lo que deseamos y tener la libertad de sentirnos a gusto en nuestra propia piel, negarnos a la consigna de obsesionarnos con estereotipos respecto a la apariencia física, que nos impiden ver la belleza de cada una en las diferentes etapas de la vida, no tener que demostrar constantemente que las mujeres no tenemos fecha de caducidad, que la edad no es una limitación para hacer los cambios necesarios y vivirnos más satisfechas, sentirnos cómodas en nuestro propio ser o para incursionar exitosamente en diferentes ámbitos.
Dejar la esclavitud a la que nos somete el existir más para los otros que para nosotras mismas.
Anteriormente, (y todavía ahora en muchos contextos) las mujeres experimentaban culpa por pensar en sus propias necesidades, por realizar actividades de autocuidado, incluso, por el tiempo en el trabajo, hace años cuando yo aún no había sido madre algunas compañeras de trabajo mencionaban la culpa de las mujeres trabajadoras, entonces, yo no lo dimensionaba, pero cuando fui mamá y continué trabajando lo comprendí perfectamente, sin embargo, también tuve la oportunidad de deconstruirlo y darme cuenta de que esa culpa no tiene razón de ser, lo mismo si trabajamos por objetivos o necesidades económicas que por un legítimo deseo de crecimiento profesional, las mujeres madres no tenemos que renunciar a la posibilidad de tener un trabajo remunerado, estudiar, aprender y continuar creciendo en todos sentidos, la maternidad no implica la renuncia hacia nosotras ni tampoco debería ser necesario olvidarse de los sueños personales y profesionales, al contrario, tenemos una consigna impostergable de mostrar a las nuevas generaciones que las mujeres tenemos el talento, la inteligencia, la disciplina y el carácter para concretar lo que nos atrevamos o marcarnos como meta.
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Ojalá que cada vez haya más hombres que asumen la parte que les corresponde en el cuidado, la crianza y la manutención de sus hijos e hijas, que México sea un país de hombres que cumplen con sus responsabilidades y que no siga siendo un país donde las cifras de deudores alimentarios se incrementan día con día, que las mujeres seamos solidarias y ninguna sea cómplice de irresponsabilidades, como lo es el abandono paterno. Por supuesto, hay hombres que no requieren la exigencia de la ley para el cumplimiento de sus responsabilidades, cada quien da lo que es, no hay duda, este cumplimiento es un derecho de los y las hijas y es lo justo para que las mujeres no se vean con la responsabilidad económica y emocional absoluta en la crianza de sus hijos e hijas, está más que demostrado que las mujeres podemos hacerlo, que el amor y la responsabilidad son parte de nosotras, sin embargo, ¿la otra parte qué?… el incumplimiento de obligaciones y responsabilidades también es violencia.
La libertad de transitar con libertad y seguridad en cualquier espacio y cualquier horario.
Vestir como cada mujer lo elija…
Dejar de justificar las violencias como el sarcasmo, el abuso verbal, la ley del hielo…
Señalar los abusos del pasado, no más silencio para las victimado ni re victimizarías cuando se atreven a levantar la mano y alzar la voz…
No más silencios ni apariencias, la violencia mata y nosotras nos queremos vivas.
Entre mis frases favoritas esta la de Madeleine Albright, quien fue una destacada diplomática estadounidense, que dijo: “Me llevó mucho tiempo desarrollar una voz, y ahora que la tengo no me pienso quedar callada”, porque en estas palabras, desde mi mirada se concretan la búsqueda, la lucha y los triunfos de las mujeres al atrevernos a expresarnos, levantar la voz, ponernos de pie, dar pasos adelante y no estar dispuestas a volver al silencio ni al anonimato y comprometernos a visibilizar a las mujeres que otros no han querido o no les ha convenido ver.
Y no, aún no hemos ganado todas las batallas, todavía el patriarcado se niega a soltar sus privilegios y prefiere llamarnos “locas, brujas o mentirosas” antes que admitir la igualdad de derechos de mujeres y hombres, y ante esto, las mujeres y todas las personas que alguna vez hemos sido discriminadas solo tenemos la opción de incrementar la lucha por una vida libre de violencia, a la que tenemos derecho, hoy, mañana y siempre.
Un abrazo
Lorena Patchen
Psicoterapia y conferencias.