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Hay talento en la animación mexicana, sólo falta inversión: Angélica Lares – El Sol de Hidalgo

El nombre de México resuena con fuerza, otra vez, en los Premios Oscar. Guillermo del Toro y su Pinocho (2022) -nominada a Mejor película animada puede ser la oportunidad para que la industria mexicana de la animación despegue. Así lo asegura Angélica Lares, directora del Centro Internacional de Animación Taller del Chucho, el estudio originario de Guadalajara que participó en la creación de varias secuencias de la cinta, que ya se llevó un Globo de Oro y un Critics Choice Awards.

Sin embargo, observa Lares, el país todavía está lejos de alcanzar -en términos económicos- a Francia, Canadá o Estados Unidos, donde la animación es un negocio redituable, esencial incluso para el desarrollo de la economía y las industrias creativas.

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“(Para que la industria mexicana de la animación despegue) hace falta un mix entre la inversión privada y los apoyos públicos. Es importante que podamos tener ese conjunto de inversión. Es más una inversión que un apoyo el que se tiene que buscar. La animación puede ser muy redituable si se hace bien y se encuentran las líneas de distribución correctas y el público correctos”, señala Lares, quien también fue directora de Industria y Mercado del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG).

¿Entonces podemos concluir que hay talento, pero falta inversión?. “Sí”, responde. De hecho, dice, los animadores mexicanos están al nivel de prácticamente cualquier otro en otras latitudes. Por eso, señala, los grandes estudios los buscan para que trabajen en producciones de talla internacional.

El siguiente paso, afirma, es consolidar una industria mexicana que desarrolle sus propias historias, sus propias películas o series con miras a generar un público local y global que se interese en la animación mexicana.

LA EXPERIENCIA DE PINOCHO

Para la realización de Pinocho (2022), el Taller del Chucho conformó un equipo de alrededor de 35 personas para crear las secuencias del inframundo -donde los conejos y una criatura mitológica reciben a Pinocho– y la escena final del baile del Grillo. Y aunque en pantalla el espectador vio pocos minutos de esas escenas, el trabajo que hubo detrás fue de año y medio de producción, detalla Lares.

“(El cine de animación) requiere de una planeación distinta. De cierta manera, sí requiere de más (que el cine convencional). Requiere de entender que los tiempos son diferentes y que todo depende de la técnica”, dice. “En el caso de Pinocho, fue una película de stop motion hecha a los más altos niveles de calidad. Se hizo a 24 cuadros por segundo, cuando normalmente se hacen a 12 u 8. Todo eso ralentiza el proceso de producción. Los procesos de la animación son diferentes a los de una producción en live action. Si se entiende mejor ese aspecto, se podría apoyar de manera más eficaz a esta industria”.

Impulsado en buena medida por Guillermo del Toro (tapatío de origen), el Taller del Chucho es un estudio de animación que tiene el objetivo de impulsar el talento local. Pinocho, de hecho, pretende ser una ventana de la animación mexicana hacia el resto del mundo, como lo ha expresado el propio director de El Laberinto del Fauno.

“Estamos viviendo un buen momento en el que estamos despegando. Hay muchas empresas en Guadalajara que se dedican a la animación en distintas técnicas, que han hecho una carrera muy interesante dando servicios a grandes estudios. Nosotros también ya nos sumamos a este ecosistema. Está bastante saludable y en crecimiento”, considera Lares, quien participó protagónicamente en el proceso de producción de Pinocho.

“Desde antes que se concretara la producción, Guillermo ya tenía el interés de regresar, con toda su trayectoria, a apoyar a los artistas locales. En pláticas con la Universidad de Guadalajara, porque el taller pertenece a la universidad, se diseña la iniciativa de crear un espacio donde se albergue este talento. Él lo tuvo muy claro desde un inicio: propuso a Netflix que una parte de esa película se hiciera en México”, comenta.

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Aunque la inversión inicial y el espacio fueron provistos por la Universidad de Guadalajara, el Taller del Chucho actualmente es una empresa autogestiva gracias a los proyectos que realiza cada año.

CALIDAD DE NIVEL INTERNACIONAL

Los retos para hacer las escenas del niño de madera fueron varios. Primero, dice, tuvieron que adecuar el espacio del Taller durante dos años para dejarlo en las condiciones óptimas de un estudio que estuviera a la altura de una producción de stop motion de altos vuelos, como la que pretendió Del Toro.

“El reto fue demostrar el nivel de calidad que tenemos aquí, que es equiparable con la calidad que existe en Portland. Eso se dio a través de la comunicación entre los equipos de producción de Guadalajara con Estados Unidos, de entregar las cosas en tiempo y forma como ellos lo requerían. Tener todo el equipamiento, los requisitos que ellos estaban pidiendo. Lo más grande fue demostrar que teníamos la misma calidad, el mismo nivel de profesionalismo e incluso que aportábamos cosas con una visión y una voz que eran interesantes desde Guadalajara”, concluye.

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