A nivel mundial la sociedad atraviesa por una crisis que pone en riesgo a la democracia como forma de gobierno al perder la misma sociedad poder en la toma de decisiones y al mismo tiempo los regímenes se acercan más a la autocratización.
Tal es la tesis que plantea el doctor Francisco Valdés Ugalde en su libro de reciente aparición “Ensayo para después del naufragio” en el que hace un análisis amplio respecto a la transformación que ha sufrido el mundo en sus sistemas de gobierno.
El catedrático dice que para ello es necesario tomar una perspectiva amplia respecto a tres elementos claves: la democracia, los derechos y el Estado, en “los tiempos de la ira, es decir, en el momento contemporáneo”.
Interrogado sobre si el mundo ya está naufragando en sus sistemas de gobierno, Valdés considera que hay un naufragio relativo y que las razones son justamente la aparición de la autocratización de los sistemas democráticos.
“Por lo menos de algunos o han aparecido en su interior fuerzas autoritarias que los llevan al endurecimiento y a la polarización y que ponen en riesgo la capacidad de la ciudadanía de mantener el poder en sus manos”, explica.
El investigador titular del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM expone que se puede deducir que está problemática tiene manifestaciones muy amplias en América Latina y que México no escapa a ello.
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“El libro entonces trata de analizar en distintas dimensiones en qué consiste esta crisis, cómo se puede replantear el camino hacia nuevos horizontes que permitan rescatar la democracia y al mismo tiempo darle validez a los derechos”, indica.
Al hablar de los factores que han provocado esta amenaza a la democracia desde su perspectiva, Valdés Ugalde menciona que el llamado estado de bienestar, surgido hace casi 100 años, sufrió una transformación en los años 80 cuando las democracias capitalistas, en una visión fundamentalista de mercado, llevó a condicionar la producción de bienes públicos y esto produjo mucho descontento social.
Y el otro fenómeno que agravó el descontento social fue la globalización.
“Y en las democracias recientes, como la nuestra, las democracias de la tercera ola, hicimos un cambio muy importante en el campo de las reglas del acceso al poder.
“Cambiamos los sistemas electorales, permitimos mejor juego entre los partidos políticos, mayor competencia electoral, mejores sistemas de conteo de los votos y esto se extendió a prácticamente la totalidad del planeta”, dice.
Incluso la ex Unión Soviética adoptó la democracia en un inicio, agrega, pero luego de haber hecho estos cambios en las reglas de acceso al poder no se hicieron los ajustes necesarios en las formas.
“En otras palabras no convirtieron a sus gobiernos, a sus Estados, en verdaderamente responsables frente a la ciudadanía de hacer justicia, de propiciar la creación de los bienes públicos necesarios para cumplir con los derechos”.
De ahí que, advierte el catedrático en la conversación y así lo asienta en su libro, es donde se da el descontento y algunos países empiezan a girar a gobiernos que ante el vacío aprovechan y rayan en la autocracia.
–Pareciera ser inevitable el naufragio por lo que le preguntaría dónde está parado México: ¿Tocando el violín o estamos buscando salvarnos?
“Creo que más bien pisándonos los callos. Estamos en una situación en la que cambiamos las reglas de acceso al poder, pero llegó un momento en que no fuimos capaces de cambiar las reglas de funcionamiento del poder político, del estado.
“Entonces el pluralismo que generamos no se tradujo en mejorías necesariamente de la forma de gobernar. Se produjo una gran insatisfacción por muchas razones”, comenta.
El escritor reconoce que se logró y se avanzó muchísimo en desarrollo económico, en integración internacional de las cadenas productivas, en desarrollo técnico y político.
“Sin embargo”, agrega, “un sector importante de la población quedó al margen y sintiéndose marginado de las decisiones del poder político y reclamó su derecho a estar.
“Esto ha sido capturado y canalizado con una visión populista que en mi opinión es regresiva y que ahora, justamente, quiere cambiar las reglas de acceso al poder, las reglas electorales, porque no pudimos cambiar las reglas de ejercicio del poder”.
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¿LIBERALES O CONSERVADORES?
Interrogado sobre qué visión debe prevalecer, desde su punto de vista, el académico sostiene que las ideas liberales y las de izquierda son compatibles.
“Tiene que haber una convicción de que en la democracia tienen que existir todas las tendencias, todas las corrientes. Ninguna tiene derecho a suprimir a la otra, jamás. Todas tienen derecho a coexistir y a tener capacidades y potencial de convencer”.
En ese sentido, para el investigador, ese es el valor de la democracia liberal que está en riesgo porque se le quiere dejar de lado por fuerzas que quieren la monopolización del poder.
“Es lo que la democracia no puede aceptar”, remata.
Interrogado sobre quién debe encabezar la defensa de la democracia o cómo hacer frente a los gobiernos autocráticos.
“Es indispensable pensar en una conjunción de las fuerzas democráticas de todo el mundo, para impedir el monopolio del poder, para impedir que se siga agotando el multilateralismo, para evitar la guerra, para propiciar la paz.
“Y en ese sentido me parece que los países de América Latina tienen una responsabilidad con la que no están cumpliendo, que es definir una postura o un conjunto de planteamientos básicos a partir de los cuales definan una presencia seria a nivel internacional con un modelo propio de desarrollo democrático y al mismo tiempo con creatividad económica para ir más allá del fundamentalismo de mercado”.