¿Te has dado cuenta que el paso del tiempo nos conduce cada vez, con más certeza a una vida digital? Ahora mismo, mientras lees esto, quizá, y parafraseando a Pablo Medel, habrás dejado de prestarle atención a tu computadora, tableta o teléfono en turno. Ahora mismo estarás pensando en abandonar la lectura para ir detrás de la pantalla a otro asidero multimedia. Y por qué no, esa pudiera ser una mejor idea. No tendría porque reprochar que no continuaras la lectura de estas líneas. Pues tal como lo escribe Fabricio Mejía Madrid: “Antes, navegar implicaba ir a un bosque, cortar árboles, hacerlos tablones y construir un barco… ahora todo ese enorme esfuerzo físico es deambular por ventana innumerables apretando con el dedo. Nunca te detienes, sólo aprietas y vuelves a apretar. No hay forma de estarse quieto en este tipo de navegación. No hay puerto de llegada. Es pura deriva. Las islas están hechas de palabras é imágenes, las corrientes de los anuncios, la lengua de sus pobladores de faltas de ortografía, incontenible narcisismo, comentarios de urinarios. Red navegable. No existe tal cosa: o estás en el agua o te están sacando de ella. Y en eso caigo en cuenta: no es el mar, es una red. No somos los navegantes sino los peces atrapados”
Y es que esta percepción de estar atrapado en lo inmediato también ha atacado a la creación literaria. A quienes tienen ganas de escribir y ser leídos. Nunca, desde el origen de la literatura había sido tan sencillo reproducir, tener notoriedad, permanecer desapareciendo en la inmensidad de la red, lograr crecer las palabras y hacerlas llegar a un sinnúmero de personas, como lo es desde la aparición de Internet, y más aún, de las redes sociales. Crear tendencia o sumarse a una es ya la normalidad y no la excepción.
Por ejemplo, en una entrevista, el escritor barcelonés Eloy Fernández Porta escribió sobre la media tecnología en el relato posmoderno norteamericano. “¿Qué sucede entonces con movimientos como el ciberpunk? En términos de teoría del cuento, el ciberpunk a principios de los ochenta llega en un momento en el que el cuento, al menos en la tradición norteamericana, ya se ha establecido como género de vanguardia, para Gibson, para John Shirley… A partir de ahí, el uso de los nuevos medios técnicos, sea cuentos en la red, sea poemas en flash, sean otras cosas, son un factor de transformación dentro de la teoría del relato, y no se ha teorizado aún qué pasa con esas formas…En cualquier caso a mí me parece más importante el tratamiento temático de las nuevas tecnologías en esos relatos, porque si se da un cambio en la concepción de literariedad suscitado por los nuevos medios eso afectará a toda la literatura, y probablemente a ese nivel no haya distinción entre teoría del relato y teoría de la novela” Creo que, a pesar de la inmediatez, en un día cómo hoy donde en la mayoría del planeta existe un espíritu por el nacimiento, como el renacer a una nueva etapa de la vida, podríamos apartar la mirada de nuestras pantallas y voltear a contemplar el mundo que nos rodea. Tal vez la capacidad de asombro, aún se encuentre ahí.