Lyzandro Herrera
Desde la antroposofía, visión del mundo basada en la filosofía de Rudolf Steiner, el desarrollo personal se divide en septenios. Steiner estableció los septenios como el estudio biográfico de las personas cada siete años, donde postulaba que el desarrollo incluye la maduración física, anímica y espiritual. Hasta los 7 años lo que predomina es el descubrimiento, la experimentación. En este septenio se produce el desarrollo psicomotor del niño. El sistema nervioso es el que tiene más protagonismo, ya que abarca el desarrollo de las habilidades perceptivas, de movimiento y equilibrio. De 7 a 14 se empieza a formar el temperamento, además, en este momento se desarrolla la adopción de hábitos y, en el plano emocional, los sentimientos. De los 14 a 21 se produce la pubertad, el despertar sexual, y hay un desarrollo en el plano social, de las amistades. De 21 a 28 años. En este ciclo se desarrolla la sensibilidad, la autoafirmación y el autodominio. Además, se experimenta la sensación de hacerse cargo de uno mismo. Comienzan las preguntas respecto de cómo es que se vive el mundo y cómo es que nosotros queremos vivir en él. De los 28 a los 42. Hasta los 35 años nos ubicamos en el lugar exacto donde realizamos aquello que vinimos a hacer en esta vida, con las personas con quienes tenemos que hacerlo. Puede experimentarse una nostalgia por lo no vivido, y una apertura hacia la espiritualidad. De los 35 a los 42, son comunes los cuestionamientos respecto de lo que tenemos que hacer en la vida. Empezamos a asumir lo que somos y lo que sucede. Después de los 42 años de edad se desarrollan los llamados «septenios espirituales». Hay una vuelta hacia el interior, se abren caminos de crecimiento personal, creatividad y sabiduría. Es una etapa de desarrollo fundamentalmente espiritual. Se desarrollan nociones más elevadas para vincularse que tienen que ver con el amor, pero en otro nivel más amplio y superior. Es cuanto.