Vestida completamente de rojo, la megaestrella Rihanna ofreció anoche, en el descanso del encuentro de la Superbowl entre Kansas City Chiefs y los Philadelphia Eagles, su primer concierto en siete años en una acrobática y sensual actuación mostrando su nuevo embarazo.
Para esta retransmisión, vista por más de 100 millones de espectadores, la artista barbadense, que en mayo pasado fue madre de su primer hijo, cantó media docenas de canciones, entre ellas Bitch better have my money, We found love, Work y Diamonds, en una celebración de su catálogo, como ya había anunciado.
Subida en una de las varias plataformas suspendidas por arneses que sobrevolaron el State Farm Stadium de Glendale (Arizona) y arropada por decenas de bailarines vestidos de blanco en otras plataformas y en el suelo, lo más comentado fue la barriga que dejó ver el buzo abierto desde la cadera y un cinturón.
El pasado jueves en una entrevista con Apple Music, patrocinador del espectáculo, aseguró que había aceptado el reto porque quería mostrar sus raíces caribeñas y representar a inmigrantes y mujeres negras.
“Esa es una gran parte de por qué es importante para mí hacer este espectáculo: representación.
Representación de los inmigrantes. Representar a las mujeres negras de todo el mundo. Es fundamental para que la gente vea las posibilidades”, contó Robyn Rihanna Fenty, su verdadero nombre, convertida en exitosa empresaria de cosméticos, lencería y alta costura, además de exitosa cantante ganadora de nueve premios Grammy.
Nacida en Barbados hace 34 años, la intérprete de Umbrella del álbum Good Girld Gone Bad, que la proyectó a la fama mundial, uno de los temas que interpretó ayer en su show, aseguró también que “nunca imaginó que llegaría hasta aquí” y no escondió su “emoción “de tener a Barbados en el escenario del Superbowl”.
Tras rechazar en 2019 participar en este espectáculo en solidaridad con Colin Kaepernick, el exquarterback de los San Francisco 49ers, que se convirtió en un símbolo de la lucha contra el racismo y la brutalidad policial arrodillándose durante el himno estadunidense previo a los partidos, dijo que este año había aceptado porque “es importante que mi hijo vea esto”.
Rihanna justificó entonces en la revista Vogue que no podía ser “una vendida” ni una “facilitadora”.
Además de Rihanna, que lanzó su último álbum “Anti” en 2016, las marcas comerciales también han vuelto por sus fueros, llegando a pagar de 6 a 7 millones de dólares por 30 segundos por tener un lugar en este gran escaparate televisivo, el mayor de Estados Unidos.
AFP I Glendale
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