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‘The Dark Side of The Moon’, inmersivo, cósmico y cuadrafónico, cumplió 50 años

El primero de marzo de 1973, una Luna nueva se elevó sobre el rock…

Inmersivo, cuadrofónico, celestial e introspectivo, el octavo álbum de Pink Floyd llegó como una embriagadora ráfaga de cajas registradoras, relojes que repican, arias de ángeles y voces frías que hablan de violencia, muerte y locura. Mientras otras bandas de rock progresivo grababan pantomimas grandiosas o la fantasía de la ciencia ficción, entre otros temas, el grupo británico se adentraba en el universo del espacio interior de la humanidad.

Cósmico, melódico y culminante, The Dark Side of The Moon estableció un estándar de alto concepto, además de que sigue siendo el cuarto disco más vendido con 45 millones de copias.

Cincuenta años después, apareció el lado oscuro de Pink Floyd. Las diferencias entre Roger Waters y David Gilmour se han manifestado en francas y mordaces críticas. Tras su salida de la banda, en 1985, Waters sigue incrédulo de que sus ex compañeros, sin inspiración, hayan logrado mantener un “falso Floyd” sin sus conceptos y composición, lanzando álbumes que considera indignos de ese nombre. Gilmour, reticente a vencer la demanda de Waters en el Tribunal Superior para disolver la banda en 1986, todavía se enoja ante los intentos del bajista-activista de reclamar todo el crédito.

En la superficie, la disputa parecía sencilla y superable como para que Pink Floyd se reuniera en tres canciones en el concierto Live 8, en 2005. Sin embargo, hasta el mes pasado, la esposa de Gilmour, Polly Samson, que había sido criticada por Waters debido a sus contribuciones líricas a The Division Bell, publicó un tuit acusándolo de ser “antisemita hasta la médula… apologista de Putin y un mentiroso, ladrón e hipócrita”. Gilmour retuiteó la publicación y agregó: “Cada palabra es demostrablemente cierta”.

Waters, crítico del “genocidio” y el apartheid del gobierno israelí contra el pueblo palestino y que consideró la incursión rusa a Ucrania de “ilegal” en la ONU, refutó las acusaciones como “incendiarias y tremendamente inexactas”.

En una entrevista con el Telegraph salpicada de ataques a sus ex compañeros, Waters reveló que volvió a grabar Dark Side… desde cero. La versión regrabada, inicialmente programada para ser lanzada casi al mismo tiempo que una redición del 50 aniversario, suena dramática. Money ahora tiene “tintes country” y las pistas instrumentales, como On the Run, presentan a Waters recitando poesía en prosa. “Vamos a deshacernos de toda esta basura de ‘nosotros’. Por supuesto que éramos una banda, éramos cuatro, todos contribuimos, pero es mi proyecto y lo escribí”, aseguró Waters sobre el disco.

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Perfecto y completo

Pocos álbumes se consideran tan perfectos y completos, desde Speak to Me, con su collage de voces balbuceantes, cajas registradoras, risas maníacas y latidos sordos, hasta el crescendo de rayos solares en el clímax de Brain Damage/Eclipse.

A raíz de la pérdida de su enigmático líder, Syd Barrett, por sospecha de esquizofrenia inducida por drogas en 1968, Pink Floyd entró en un periodo de búsqueda. Durante años intentó transformar las posibilidades sicodélicas de su disco debut de 1967, Piper at The Gates of Dawn, en algo para lo que la banda y la música en general aún no estaban preparados. Álbumes como A Saucerful of Secrets (1968), Ummagumma (1969) y Atom Heart Mother (1970) ahondaron cada vez más en un viaje musical. Y pistas como Atom Heart Mother, Sisyphus y Alan’s Sychedelic Breakfast dominaron lados enteros de sus álbumes. Tales rarezas les valió un devoto culto.

Según Waters, el concepto de The Dark Side of the Moon, inicialmente titulado Eclipse: A Piece for Assorted Lunatics, estaba en su lugar antes de que gran parte de la música o la letra fueran hechos. En una reunión de 1971 propuso que, para su siguiente gira, escribieran e interpretaran un álbum completo basado en lo que describiría como “las presiones y preocupaciones que nos desvían de nuestro potencial para unaacción positiva”.

Fue un recuerdo de su ex cantante invadiendo un césped junto al río en Cambridge lo que inspiró a Waters a escribir la línea “el lunático está en la hierba” para Brain Damage, y el posterior declive mental de Syd que inspiró al trágico antihéroe de la canción. “Y si la banda en la que estás comienza a tocar diferentes melodías –cantaba– te veré en el lado oscuro de la Luna”. Esa frase icónica del título, explicó, fue su intento de llegar a sus oyentes.

The Dark Side of The Moon se estrenó en el teatro Rainbow de Londres el 17 de febrero. La banda llegó a Abbey Road en marzo con el álbum prácticamente completo y listo para grabar, salvo algunas adiciones atmosféricas claves que hacían eco del uso de ese estudio, donde se utilizó un sintetizador Synthi A para agregar un impulso electrónico compulsivo a On the Run y Time. Los ruidos de la caja registradora en Money se crearon a partir de efectos de sonido del estudio. La cascada de campanadas de relojes fue grabada pieza por pieza en una tienda de viejo por el ingeniero Alan Parsons para mostrar los efectos del sonido cuadrafónico, y el grupo la tomó para abrir Time. Un grupo de coristas llegó para agregar la generosidad del evangelio a temas como Brain Damage y Us and Them.

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Para desarrollar el tema del álbum, Waters comenzó a entrevistar a personas con preguntas como “¿Cuándo fue la última vez que fuiste violento? ¿Estabas en lo correcto? ¿Tienes miedo de morir? ¿Crees que te estás volviendo loco?” Las respuestas se volvieron un monólogo interno del disco, las voces parecían salir del lado oscuro de la Luna.

Igual de fundamental fue la llegada de la cantante Clare Torry, de 25 años, a la que se le pagaron 30 libras esterlinas para agregar voces a The Great Gig in the Sky. “Queríamos poner a una chica allí, gritando orgasmicamente”, explicó Gilmour. “Tuvieron que decirle que no cantara ninguna palabra”, señaló Parsons. Sin embargo, se encuentra entre las mejores voces jamás grabadas: un universo autónomo de emoción sin palabras. “Ella fue fantástica”, sostuvo Gilmour, pese a una demanda de Torry por regalías en 2004, por la que recibiría un crédito de coautora.

En el lanzamiento, The Dark Side of the Moon se volvió rápidamente el corazón de la contracultura de los años 70, y un gran testimonio de la introspección quirúrgica, la amenaza sublime y la enormidad sonora de la que era capaz nuestra sique musical. Aquí había un disco que defendía y personificaba la brillantez melódica y la innovación sicodélica al tiempo que exponía el estrés, la división, la dislocación y lo inhumano en el núcleo de su llamada sociedad educada y civilizada.

Un disco unificado musical y temáticamente identificable como para cautivar a millones. Pero para Pink Floyd fue el principio del fin. Al llegar al nivel de un estadio en Estados Unidos y descubrir que su respetuosa y atenta audiencia había sido remplazada por borrachos que gritaban Money, se encontraron en los cuernos del dilema del fenómeno del rock atemporal. The Dark Side of The Moon terminó con Pink Floyd de una vez por todas”, indicó Waters una vez.

Las sesiones para el seguimiento Wish You Were Here, de 1975, fueron sin rumbo, inconexas y abatidas, y los álbumes posteriores se convertirían cada vez más en vehículos para los conceptos de Waters, los cuales abordan la alienación, la opresión sociopolítica y el trauma personal, alcanzando su punto máximo con la obra semi-autobiográfica The Wall.

Traducción: Juan José Olivares

Por Mark Beaumont / ‘The Independent’

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